Palazzo Venezia

Der Kapitan llegó al atardecer. Después de un largo viaje desde el lejano norte. Había dejado atrás muchos meses de frío, miseria y miedo, Dejó en casa el petate y apenas dos besos a su madre, uno por mejilla. Salió con su hermano cogido del hombro.. Entraron en Antxitonea. Abrazos, muchos, a la cuadrilla de amigos, fuertes y con palmetadas ruidosas en la espalda. ( ya saben ustedes como digo) ¡¡¡Saca una botella de coñá!!! ¡¡¡Cuenta, cuenta!!! Se hartó de contar, sin parar,  subido en un silla, después en una mesa y al fin en la barra, cual Demóstenes imparable, ante una concurrencia que no había abierto la boca durante horas. Amaneció. Tomando una bocanada de aire dijo: Resumiendo…Su hermano, aturdido de la verborrea, logro decir: No, no, por favor, no resumas. Vamos a casa que ya es hora y descansa. En realidad quería decir que él quería descansar, que estaba agotado y abotargado de tanta información. Ayer decenas de años después la famiglia se reunió, esta vez al completo, para volver a celebrar el centenario de su madre. Se le encargó a Matías hacer una breve elegía al finalizar la misa. Conocen el sucedido de su padre y le conocen a él. Le advirtieron que fuera breve y conciso, mejor que empezará por el resumen. Le conocen bien como digo. Es más a modo de broma habían pensado hacerlo juntos su hermano y él, su hermano hablaría y el aparecería en un recuadro abajo a la derecha según se mira y el Matías haría la traducción al lenguaje de los sordomudos, experimento que resultó fallido y baldío. Es fácil entender por qué. Mientras gesticulaba hablaba cruzándose los mensajes de su hermano y el suyo y entre ambos los gestos. No quedaba tiempo y por no reñir, le encargaron el mandado, con la advertencia ya dicha. Tomó el micrófono. Carraspeo. En nombre de amatxi, de sus hijos, nietos y biznietos y el mío propio…queremos agradeceros de corazón, de verdad, de verdad de la buena, como existe nuestro Señor…Los parientes más cercanos comenzaron a moverse inquietos en sus asientos. … que nos acompañéis en un día tan especial… Levantó el dedo indice a modo acusativo y solo alcanzó a decir: y acabo… En ese momento el curica, que estaba también advertido, se abalanzó sobre él y le arrebató, de manera suave pero firme, el micro. La capilla prorrumpió en aplausos llenos de agradecimiento… al sacerdote, de color, negro, como los monaguillos que se eligieron para dar una nota de color al enlace de amatxi con Der Kapìtan. No hace falta decir que en la comida que siguió a la celebración eucarística en un excelente restaurante de la ciudad y en saloncito privado, le habilitaron una mesita individual que colocaron en un rincón. Le dieron como razón que si sentaba con ellos no iba a probar bocado pues oveja que bala bocado que pierde y que sería un desperdicio pagar su servicio y no ser comido y que además se había extendido demasiado en su discurso, que con un gracias a todos de parte de la familia hubiera valido, que los de hijos, nietos, biznietos, sobraba, que diciendo familia se entendía, así que definitivamente sobraba y el resto también. Comió y enrabietado, por la incomprensión, volvió a su casa. Se asomó al balcón y posando la mano en la baranda, como hizo Benito, el Mussolini, en el Palazzo Venezia de Roma, comenzó a perorar a dos esperantes del bus y a uno que paseaba un perro. Era ya muy entrada la noche, y la quietud que se le supone, se vió turbada por su vocinglería, que parecía que fueran muchos cuando era solo él. Llegó la policía. Como no abrió la puerta, habilitaron una escalera extensible, subieron. Le pusieron cinta aislante en la boca, luego una camisa blanca con las mangas atadas a la espalda y lo llevaron al frenopático. Le pusieron dos inyecciones de aguarrás, una en cada muslo, y en vena un combinado de orfidal, valium, trankimazin y klonopil, sin hielo, y allí permanecerá unos días. Esperemos que mejore. Me dicen que por señas dice que más cumpleaños no celebra, que ni hablar…Jua, jua, jua, no se lo cree ni él, ni lo uno, ni lo otro. Hasta la próxima.

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