Cien años-Ehun urte, amatxi, mila ezker

Je viens de rentré chez moI. Comíamos hoy los tres hermanos y yo. Cosas ricas pero que de verdad se me hace imposible reproducir; cosas de aquí, con cosas del oriente lejano o sudeste asiático. Había espárragos con coco y jengibre dulce, vainilla y algo que no recuerdo; carrilleras de Baztan con partes de la muralla china y tximitxurri; unas pelotillas de chistorra con un indigente, negro salmón, dentro, a comer en dos bocados; membrillo con, o sin membrillo, con sabor a dulce de vinagre, pero seco, o sea, como las fotografías impresas, con brillo o mate, eso si todos los platos acababan en un si es no es de bálsamo del tigre de la parte oriental hacia debajo de Corea, no me acuerdo si del norte o sur, me había perdido en la toponimia ya desde el principio de la comida, pero que acababa en picantón levemente agridulce. El caso no era comer, que a pesar de la perorata estaba, fetén, dicen en Madrid que es España, todos los sabemos, pero algunos olvidan que España no es Madrid, era otra cosa. Hablábamos los cuatro de, vaya por Dios, de cosas que casi nunca habíamos hablado, o de hacerlo, en un si es no es, como acababan la mayoría de los platos paladeados. No sé, o sí, cuando se está en petit comité, con gente de bien, eh, con gente de bien, o al menos querida, es inevitable que aparezcan recuerdos, unos conocidos, otros no, como que te vas desnudado por la falta de pudor que te añade la vejez, y otros tantos que de tanto repetirlos, y añadirles matices, detalles y más detalles, la mayoría modelados al gusto, cualquier parecido con la realidad es mera, si llega a eso, coincidencia. Amatxi había cumplido CIEN años, cien, ese día. Lo celebrábamos. Yo soy un impostor y un manipulador, Javier, el pequeño lo sabe, y en conversaciones, se el truco y la trampa, así que a propósito de un texto que llevaba pergeñando, no me resulta llevar la conversación a donde quiero y de paso epato un poco. Siempre, o casi siempre               que he ido a Estambul, he visitado San Salvador de Chora. Tiene los mejores mosaicos, para mí bizantinos que nunca haya visto. Bien, vuelvo a la mesa y digo, esta vez próximo al paroxismo. el cumpleaños de amatxi me lleva a pensar, que es cierto, que ella un día, hace mucho, y no al tiempo, con unos cuatro años de relajo c ada vez, o no, hizo en compañía de otro, Der Kapitan, nuestros bocetos, luego poco a poco nosotros  hemos ido añadiendo a través de cosas que parecían nimias, otras no tanto, lo que ahora, con los años somos…No sé si me explico…Quiero decir que somos mosaicos de nosotros mismos, armados y definidos por pequeñas teselas, que unidas poco a poco han construido una imagen, imagen que conviene mirar a distancia, en el tiempo y que va unido, porque estamos soldados, a los años de amatxi para apreciarlos. Un solitario que come a nuestro lado dice: “Vivo sin vivir en mí y tanta gracia espero que muero porque no muero…” Algunas de mis teselas tienen dosis de ingenio y le contesto. ¿Acertijo, no? La gallina ¿a qué si? Se calla y yo sigo, imparable. Lo que os decía recuerdos, historias, detalles de muchos años juntos. “Mis infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, donde florece el limonero…” El solitario, al que conozco, insiste: “Joder Matías, tú no has estado en Sevill nunca, y los únicos limones que conoces, de primera mano, son las rodajas de limón en los gin-tonics” Pedimos la cuenta, pero sin decir la última palabra no me quedo, así que…. ¿Y? yo me invento mi vida y la de los míos, como quiero. Aplausos en el comedor y algún ¡¡¡Bravo, bravo!!! Se entiende, ya están en los chupitos. Mañana o pasado más; como digo, yo nací debajo  de un puente, eso sí largo, no sé con muchos arcos, no sé como un acueducto romano, pero para mí que era Sevilla y había limoneros, pero ahora que me doy cuenta tengo por empatía dos mil años, así que a partir de ahora todos los días de cumpleaños, que para eso soy el más viejo, junto con amatxi. Aaaaadios.

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