Bustingorri

Me gusta mucho la expresión de “nieve caída”; no sé, pero yo la atribuyo a todo aquello que me pasó a lo largo de la vida, hace ya tiempo y que tampoco estoy seguro que pasó como yo lo recuerdo, ni siquiera si ocurrió Creo, de nuevo creo, que al fin vamos modelando nuestro carácter a base de manosear los recuerdos, las evocaciones, como si de arcilla roja se tratara, conformándolos a nuestro antojo. Es como si tuviera varias vidas, como así son las ciudades, unas de día, más o menos amable, otra de cuando los ojos se llenan de niebla y noche, en la que transitan tipos, ni mejores ni peores, peculiares digamos, aves nocturnas, búhos interesados en a ver que pillo, y por fin la ciudad oscura, de cerrado y sacristía, donde pululan maleantes, atracadores, estafadores de poca monta, o sea sablistas, no de cuello blanco que estos viven de día, putiferios y dejados de la mano de Dios, que por dos monedas o un trago te bailan una sardana encima de una barra o muestran sus habilidades, sean estas las que sean, pero en petit comité, Dicha cuestión de habilidades con la plastilina o los trabajos manuales, nunca intelectuales. Esto, lo de la poliandria de la sociedad se mantiene, en su segunda acepción figurada floral. Todo sigue igual, pero recuerdo escuchar a Machín y sus Angelitos negros, por la radio, poco después del rosario transmitido en directo y todos alrededor del aparato siguiéndolo, impostadamente algunos, con atención. La campanilla batida por un monaguillo que acompañaba al mosén a dar un viatico y los viandantes arrollidándose con respeto a su paso o el autobús urbano donde se fumaba y donde operaban tres trabajadores, el conductor, el cobrador, justo a su espalda, y cada dos o tres paradas, discrecionalmente, el revisor, este siempre con boina y cara circunspecta y pitillo al morro. Los viajeros éramos todos locales. Ahora todo a cambiado sin darme yo cuenta. Hace tres días asistí a un concierto en vivo y en directo a un concierto de Springsteen, como si nada, como quien se toma un Permixón para contener la próstata y luego floja cena. Las ciudades, aun cambiadas, tienen las mismas ciudades dentro de si, pero si se quiere tomar el pulso, no hay cosa mejor que tomar un bus que las cruza de barriada a barriada. Ahora, hoy, ayer y mañana, verás como los usuarios, son otros, más de la mitad foranos, orientales, gentes cetrinas, precolombinos, negros…y tú, con los mismos ojos. Nieve caída. No, nada es igual, no te empeñes. Ciudades de día, de noche, oscuras y del trolebús. Situaciones distintas, con personajes iguales pero distintos… perfectos desconocidos.

Hace nada en el transporte público una indígena, por sus rasgos quechua, intuyo, amamanta a un niño ya fuera del tiempo de tomar pecho. Es una imagen antigua, piensa. Ahora ya no se amamanta en público y mucho me temo que tampoco en privado, al menos a los bebes. El niño a lo suyo sorbiendo mientras con su ojito izquierdo me mira, quiero creer con un gesto de complicidad. Aparto la mirada y miro por la ventanilla por pudor. Mucha teta, mucho niño, mucho placer sano. Los cristales se tiñen de negro sobre blanco con un poema de Federico, García, no un García más, no, de García Lorca:

Un pastor pide teta por la nieve

que ondula

Blancos perros tendidos entre

linternas rotas

Y el Cristito de barro se ha partido los dedos

en los tilos eternos de la madera rota

About enriqueosacar

Notas sonámbulas, apostillas, tientos.. Desvelos. Recuerdos. Un cajón de sastre
This entry was posted in Uncategorized. Bookmark the permalink.

Leave a comment